Después de Newton, la ciencia moderna ha dejado de lado lo esotérico para fijar su objeto de estudio en lo exotérico, esto es, lo perceptible por los sentidos, lo comprobable empíricamente. Esto ha traído consecuencias a nivel de la humanidad pues el paradigma contemporáneo está fuertemente influido por la ciencia moderna y por la filosofía positivista – empirista que yace detrás de esta.
La humanidad vive en un letargo superficial ya que no hay, socialmente hablando, una creencia aceptable si es que no está fundamentado en la experiencia, incluso cuando esta no es fidedigna racionalmente. Hume ha planteado que realmente no hay ninguna relación comprobable que ligue a una causa con un efecto, solo se relaciona por la costumbre y es también por ello que cuando una causa no tiene el resultado esperado nos sorprende o nos saca de quicio, incluso, nos asusta.
Precisamente lo esotérico se presenta en lo no experimentable, en aquello que no es comprobable empíricamente en todos los casos, pero al igual que la experiencia, es primeramente un acto de fe (esperar que un efecto siga a una causa en todos los casos, es finalmente un acto de fe), del mismo modo, lo esotérico tiene la misma validez al ser un acto de fe en sus inicios.
Lo exotérico no hace necesario ningún patrón valórico, no implica nada para el actuar humano, no obliga a nada. Lo esotérico (inevitable, pero constantemente intentado de evadir), implica patrones valóricos y verdades estables, quizás, eternas.
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