sábado, 7 de mayo de 2011

Por un esoterismo lejos de la superchería

Muchos han considerado al esoterismo como superstición, como brujería y, en general, como ignorancia. Sin embargo, si revisamos la historia, han habido grandes personajes que han influido en el curso mundial que han estado ligados a las prácticas esotéricas. Algunos de ellos son San Agustín de Hipona quien antes de convertirse al catolicismo, pertenecía a la hoy considerada secta de los maniqueístas quienes realizaban rituales y utilizaban símbolos y conceptos milenarios en la tradición esotérica. Otro de estos personajes es Allen Ginsberg, en su obra completa, pero principalmente en Howl, se puede apreciar un vasto conocimiento de las ideas preponderantes en la tradición esotérica (hermética). Francis Bacon, además de ser el “fundador de la ciencia moderna”, era alquimista y miembro de la Orden de los Rosacruces. Leonardo Da Vinci y la alquimia, Plotinio y la magia de los neoplatónicos, Paracelso y la alquimia, Ralph Waldo Emerson y el espíritu universal, Walt Whitman, William Shakespeare, William Blake, Victor Hugo, Isaac Newton y la lista suma y sigue.

 No hay ninguna relación directa entre esoterismo y superstición, el error de esta relación surge por el predominio de una ideología que considera al esoterismo y las prácticas esotéricas como profanas. En la época antigua, no tenía nada de sobrenatural (socialmente hablando) realizar rituales, invocar dioses, sacrificar y sacrificarse, esto porque la espiritualidad en los griegos (y también en los mayas, los aztecas, los incas, los chinos, los sumerios, etc.) fue muy resaltada, al nivel de que la fe era el pilar fundamental que regía la cultura.
Quinientos años después de Cristo, las prácticas esotéricas aún seguían tan vigentes como en la época antigua, sin embargo, con el comienzo de la Edad Media, todas las prácticas religiosas distintas (ni siquiera contrarias) a la católica, fueron desacreditadas como religión para considerarlas “sectas”. Entre estas sectas estaban los cátaros y los maniqueístas (quienes también fundamentaron su creencia en una lectura de la Biblia), influencia directa de San Agustín de Hipona, teórico central de la iglesia en la primera parte de la Edad Media.

La Santa Inquisición quemó, como es sabido, muchísimos libros heredados de años anteriores y de muy diversas áreas. Entre estos, se ha presupuestado, se cuentan escrituras de Zoroastro o Zaratustra además de manuales de rituales y de alquimia, libros de astrología y numerología, entre otros textos importantes para la tradición hermética.

Luego del Renacimiento, comienza un auge de la razón, lo que produce la consideración de las prácticas esotéricas u ocultistas (llamadas así por tener que “ocultarse” frente a la Santa Inquisición) como superficiales, como si fueran solo un tema de fe y no tuvieran ninguna base racional. Por el contrario, el esoterismo en un principio, es un acto de fe, sin embargo, de ahí en más, su desarrollo utiliza tanto la razón, como la intuición y las emociones para una integralidad del ser humano. Por el hecho de partir de un acto de fe, no dista mucho de la razón, ya que para que esta pueda adentrarse en el terreno de lo real para así establecer una lógica, debe determinar qué es la realidad y como ello no es posible, por medio de la razón (no puede explicarse la razón a sí misma), no queda más que aventurar una creencia. Es de la misma manera y en el mismo sentido en que el esoterismo toma este acto de fe, como la necesidad de explicarse la realidad y la existencia. 

Hoy en día el esoterismo está posicionándose poco a poco en la cultura dado a que los elementos que la configuran basalmente, tales como la religión, la política, la educación, la economía, y la salud, no están funcionando; en otras palabras, están perdiendo o han perdido su sentido. El esoterismo ha tomado este lugar llenando los vacíos que han dejado estas instituciones para proponer un paradigma distinto, una forma de enfrentar la vida de una manera distinta: a través del símbolo.

La simbología toma un rol fundamental en el esoterismo, específicamente en la tradición hermética. Como Federico González ha señalado en su Introducción a la Ciencia Sagrada:
El símbolo es la huella (o el gesto) visible de una realidad invisible u oculta. Es la manifestación de una idea que así se expresa a nivel sensible y se hace apta para la comprensión. En un sentido amplio toda la manifestación, toda la creación, es una simbólica, como cada gesto es un rito, sea esto o no evidente, pues constituye una señal significativa.
El símbolo nombra a las cosas y es uno con ellas, no las interpreta ni define. En verdad la definición es occidental y moderna (aunque nace en la Grecia clásica) y podría ser considerada como la puerta a la clasificación posterior.

El símbolo no es sólo visual, puede ser auditivo, como es el caso del mito y la leyenda, o absolutamente plástico y casi inaprehensible como sucede con ciertas imágenes fugaces que, sin embargo, nos marcan. En la época actual se le suele asociar más con lo visual, porque la vista fija y cristaliza imágenes en relación con estos momentos históricos de solidificación y anquilosamiento más ligados a lo espacial que a lo temporal. (Federico González)

Por lo tanto, los símbolos son algo así como indicios que guían nuestra existencia. El camino a la religión (re-ligare) es la Vía Simbólica. El símbolo, en definitiva, es un intermediario entre dos realidades, una conocida y otra desconocida, y por ende constituye un vehículo en la búsqueda del Ser a través del Conocimiento.
Lejos de ser pura superchería, el esoterismo y la Vía Simbólica, constituyen un nuevo paradigma para enfrentar la realidad.






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